miércoles, agosto 22, 2007

INFLACION, ECONOMÍA Y PACTO SOCIAL.

En estos días corren rumores de un repunte inflacionario. Como se sabe, la inflación es el proceso por el cual el precio de los productos aumenta progresivamente. Normalmente, la inflación tiene dos orígenes, por el lado de la demanda o por el lado de la oferta. En ambos casos intervienen factores económicos y psicológicos. Es decir que los agentes económicos no sólo asumen comportamientos racionales sino también irracionales, y es que también pueden actuar por nerviosismo. En nuestra realidad, así como los peruanos nos ponemos nerviosos ante cualquier temblor que nos recuerde los traumas de terremotos pasados, la mínima elevación de precios nos hace temblar ante cualquier posibilidad de espiral inflacionaria.



En ambos casos, los antecedentes de nuestras estructuras nos hacen creer que ello es posible. Estamos ubicados en el “cinturón de fuego del Pacífico”, frente a la Falla de Nazca, por lo que en cualquier momento un terremoto es posible. En tanto que en nuestra economía las capacidades productivas del agro y de la industria son pequeñas. Mientras que el carácter consumista del Perú moderno, por las leyes del libre mercado, siempre tirará los precios hacia el alza. Sumado a ello el carácter especulativo y rentista de nuestros empresarios, no resulta casual la aparición de una corriente alcista.



Ciertamente, en el ámbito de la economía hay diversas formas de neutralizar una corriente inflacionaria. Más, en nuestro país ello equivale a bajar la fiebre, mientras la infección sigue por dentro. Ya en los años de 1980 impulsamos la recuperación del crecimiento y el consumo. Y nos encontramos con patrones de consumo exógenos, importadores de productos foráneos, generadores de déficit comercial y de divisas. Por el momento, puede que no sea visible, pero ¿qué pasará si, como pareciera, comienzan a bajar los ingresos por exportaciones? Con un ciudadano consumista como el actual de las ciudades, la espiral inflacionaria nos volvería a estallar en la cara. A pesar de no haber aplicado las llamadas “políticas populistas” de que se nos acusó en los años de 1980.



Queda demostrado pues, que nuestra economía adolece de defectos estructurales. Con la gravedad que ahora tenemos un movimiento provinciano en alza, “infectado” de la “bonanza” que observa desde las “ventanas” (de la televisión y demás medios) sin que les llegue realmente a ellos. Si a ellos se agregaran masas urbanas, repentinamente alejadas de privilegios consumistas, se tendrían serios problemas de gobernabilidad. Y por esa ruta, una vez más, no vamos a ninguna parte.



Los economistas recomendarán el enfriamiento de la economía, la subida de las tasas de interés, la reducción del gasto público. Lo que sería volver al viejo y conocido péndulo histórico del país. Y no es por ahí que está la solución al problema estructural del Perú.



La base de nuestro problema económico, está en la desarticulación de la economía agraria con la industrial, y de la mayor parte de éstas con los mercados externos. Por ello sus mercados son pequeños y por ende sus capacidades de crecimiento, menores. Ahora bien, este divorcio entre productores y consumidores tiene diversos orígenes, uno de ellos es el de inaccesibilidad a mercados, en el caso de los productores rurales. En el caso de los industriales, podría deberse a las limitaciones en la tecnología productiva y de comercialización. Para ambos casos estamos hablando de inversión, pública y privada, respectivamente. Nuestro gobierno está apuntando acertadamente a proveer de la inversión pública en infraestructura básica (carreteras, agua, electricidad, etc.). Sin embargo, debemos preguntarnos ¿cuál es la situación del sector privado? Mayormente, todos lo sabemos, las actividades más rentables están vinculadas a la exportación de materias primas, sean mineras o agrícolas. La vinculación de éstas con la actividad económica nacional se da por vía de los servicios. Ahí es donde entran las micro y pequeñas empresas. Pero aún esta relación es demasiado frágil (o inexistente). Por ello la debilidad del chorreo exportador al resto del país.



En otros países, que han logrado articular la exportación con la economía interna, ha habido un compromiso activo para la reinversión de utilidades de las grandes empresas, orientándola a la renovación tecnológica, la reconversión productiva, como en el desarrollo de cadenas productivas. Pero ello implica también promover el ahorro interno y combatir el consumismo. Ese es el real compromiso nacional. Y debería ser el verdadero objetivo del Pacto Social, convertido en el Gran Acuerdo por el Desarrollo, la Reinversión, la Descentralización y la Justicia Social. Un Pacto que tenga una visión que apunte al Bicentenario de nuestra Independencia política.



Que no se crea que estamos planteando un acuerdo corporativista, que sólo beneficiaría a los grandes propietarios. De ninguna manera. El Pacto Social debe incorporar la generación de empleo digno y descentralizado, vía la capacitación intensiva de los trabajadores y otras políticas más, poniéndolos en condiciones de competir internacionalmente. Lo que conlleva reformas sistémicas en el Estado, la política, la sociedad y la economía. Y en las condiciones actuales del país, estas reformas serían de verdadero carácter revolucionario, a pesar que haya algunos a los cuales esta palabra les resulta “pasada de moda”. Pero esa revolución sería de veras nacional, reivindicando los principios de laboriosidad, solidaridad y reciprocidad que caracterizaron a las culturas andinas, las cuales combinadas convenientemente con el desarrollo tecnológico, permitirían por fin solucionar nuestros problemas estructurales e iniciar el verdadero despegue del Perú en el siglo XXI. Que es lo que todos los peruanos de buena voluntad esperamos.


Lima, 05 de agosto del 2007

Arturo Ojeda S.

CURSO EN DESARROLLO INTEGRAL JICA - JAPON.

CURSO COHESIÓN SOCIAL Y LOS BICENTENARIOS. FIIAP - AECID.

PREMIACIÓN A LA MUJER CAJAMARQUINA

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