lunes, mayo 26, 2008

Un país escindido en dos, propuetas para resolverlo.

El día de ayer domingo, el diario El Comercio ha publicado una encuesta nacional en la que la aprobación presidencial ha subido a su más alto nivel en varios meses. Sobre las cifras generales ya otros compañeros han comentado en las redes. Sin embargo, en nuestra condición de militantes, estamos en el deber de no quedarnos en el simple comentario sino en el de profundizar en las estadísticas.

De acuerdo a la Encuesta, los índices de aprobación en el norte y Lima son sumamente halagüeños, recuperándose los espacios que nos permitieron ganar las elecciones presidenciales. Empero, los resultados no son igual de auspiciosos en la sierra y el oriente. Estas dos zonas geográficas ya son crónicamente críticas y renuentes a respaldar al gobierno (y al partido).

Ciertamente, hay que reconocer que existe una fractura cultural histórica entre la región norte y la costa central (Lima y alrededores), con la sierra centro sur y Oriente. Estas diferencias se encuentran en la facilidad en que se integraron al esquema colonial el norte y Lima, en contraste con la Sierra centro sur, donde la resistencia cultural y social fue mayor. Este fenómeno continúa en la actualidad. Así es como el norte y la costa central tienen mayor apego al occidentalismo, en tanto que la Sierra centro sur mantiene sus rasgos político-culturales andinos. Existe un resentimiento crónico del mundo andino a lo criollo, representado por Lima y la costa norte (y no se olvide que un gran porcentaje de los pobladores de estas zonas mantienen sus características culturales originarias, de ahí la resistencia de los 'conos').

Otros dirán, pero Lima y el Norte concentran proporcionalmente la mayor parte de la población. Es cierto, se podría ganar una elección con estas macro regiones (lo que es muy rrelativo) , pero de ninguna manera asegurar la gobernabilidad democrática del país.

Quienes piensen que se puede atacar esta escisión histórica con los paliativos convencionales (carreteras, alimentos, etc.) se equivocan. Las regiones andinas están ávidas de poder, de participar de él. Recuérdese que los presidentes de nuestro país que han tenido capacidad de ganar elecciones en estos lugares, lo han hecho como ‘outsiders’ del sistema, con los cuales el mundo andino se solidarizó o identificó.

El día de ayer, también El Comercio presentó el reportaje a los representantes simbólicos de Puno, a los migrante de Unicachi, quienes están construyendo emporios comerciales que facturan casi tanto o más que lo famosos Moll (centros comerciales modernos). Y es que en ellos se mueve, como una corriente submarina, grandes poderes económicos, los que aún permanecen en la ‘marginalidad’ política.

Podría hacerse, como en el pasado, alianzas con los ‘caciques’ (así lo hizo la oligarquia y más recientemente Fujimori en los ’90), pero serían pactos muy débiles ante la insurgencia de los micro y meso espacios económico-sociales.

Desde nuestro punto de vista, ideológico político, el asunto pasa por tomar medidas de mayor profundidad. Y de mayor conveniencia social e histórica. El mundo andino debe ser incorporado a nuestro proceso de modernización, es más, como afirmara Haya de la Torre, el mundo andino configura lo esencial de nuestra particularidad histórica. No hay proceso de desarrollo posible si el mundo andino –social, cultural y económicamente- no configura la columna vertebral de aquél.

Y el primer paso para esa incorporación debe ser cultural, reivindicando y asumiendo como propios los valores andinos, como bien lo expresara el presidente García en su exposición inaugural en la Cumbre presidencial, el AMA SUA , AMA LLULLA, AMA QUELLA, fueron valores andinos, que ahora deberían ser asumidos como normas y prácticas del Perú entero. La laboriosidad, la honestidad y la sinceridad deben ser la bandera de acción del Estado y éstos verse reflejados en la práctica en el comportamiento cotidiano de la gente. Este sólo hecho ya sería una revolución cultural –como lo reclamaba Víctor Raúl en Mensaje de la Europa nórdica.

La mejor política social no es sólo una buena política económica, también se requiere introducir a los programas sociales fuerte componentes socio culturales, lo que daría pie a la participación de mayor cantidad de promotores de este tipo en los programas vigentes, que sorprendetemente ven sumamente disminuidos estos componentes.

Cuando eso ocurra, la gente entenderá cabalmente los avances del país, porque estará en capacidad de disfrutarlo, porque sus activos culturales y sociales serán repreciados. Ahí veremos que no sólo sube la aprobación en las encuestas sino que también mejorará de lejos la gobernabilidad del país.



Lima, 26 de mayo del 2008




Arturo Ojeda S.

CURSO EN DESARROLLO INTEGRAL JICA - JAPON.

CURSO COHESIÓN SOCIAL Y LOS BICENTENARIOS. FIIAP - AECID.

PREMIACIÓN A LA MUJER CAJAMARQUINA

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