viernes, mayo 22, 2009

EL 23 DE MAYO Y LA REVOLUCIÓN ÉTICA EN LA POLÍTICA.

El 23 de mayo de 1923 centenares de estudiantes universitarios y obreros, representando la vanguardia por el cambio en la vieja sociedad peruana, se movilizaron en contra de una medida demagógica del gobierno de Augusto B. Leguía, quien pretendía hacer uso de la religiosidad del pueblo para ganar más popularidad y facilitar su campaña reeleccionista. El presidente Leguía intentó consagrar el Perú al Sagrado Corazón de Jesús por medio de una fastuosa ceremonia, lo cual suponía le ganaría adeptos en una ciudad caracterizada por su religiosidad.

Leguía no contó con que desde años atrás, tanto Don Manuel González Prada, como sus continuadores en las Universidades Populares, que luego llevarían su nombre, se había emprendido una cruzada para reivindicar el valor de la ética en la política. Desde las U.P.G.P. surgió la respuesta contra la vil maniobra que no dudó en utilizar las creencias del pueblo para un objetivo político.

La historia ha caracterizado a la jornada obrero-estudiantil como una lucha por la libertad de las conciencias. Es mi modesto parecer, que en verdad fue una gesta por rescatar la ética en la política.

Cuando Haya recriminó a Mariátegui que éste no hubiese entendido la dimensión histórica de la movilización, en verdad le reprocha que no haya podido identificar que el reclamo ético obrero-juvenil fue el inicio de una nueva era en la política peruana.

Y no fue por las puras que el proletariado ilustrado y las vanguardias estudiantiles fueran quienes salieran a las calles denunciando la maquiavélica acción del aspirante a dictador. El proletariado no tiene sino su fuerza de trabajo como única riqueza, y los estudiantes lo único que en verdad poseen es su intelecto y su sueño de construir un mundo mejor. La nueva ética se sustentaba entonces sobre la laboriosidad y el conocimiento. Juntas constituyeron la verdadera expresión de la Modernidad.

El bautizo de fuego de la alianza obrero-estudiantil, tal como lo denominó Haya de la Torre, es el momento en que una nueva generación se compromete junto con sus mayores a construir la sociedad por la que ellos también lucharon.

No fue una ceremonia protocolar, no fue una conferencia de prensa, fue un acto de lucha por algo que se constituye en la propia base de la sociedad humana, la ética. Sin una ética básica común no hay sociedad posible. Sino qué confianza podemos tener de que no seremos agredidos, que los compromisos serán cumplidos, sencillamente, que se nos habla con la verdad.

El primer acto político de la nueva alianza, por eso fue un acto ético y moral. Porque lo nuevo no puede construirse sobre lo viejo, como vino nuevo no puede reposar dentro de odre viejo.

No hay revolución social –que no es sino una renovación profunda- sin ética y sin moral. Será por eso que ya se olvida de hablar de ella.

Cuando ahora tantos y tantos exigimos renovación, debemos de ser concientes que, al igual que el 23, ella demanda por encima de todo una firme actitud ética en la política.

Lima, 22 de mayo del 2009.

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